Una época extraña de mi vida, una época en la que me encontraba atrapado entre la realidad y la fantasía, no fue hace mucho que viví esto, estamos hablando de hace un año y medio aproximadamente, fue exactamente en mis días en los que no hacia nada, no estudiaba ni trabajaba, me la pasaba rascándome los ya saben que, en una día de esos, mi hermano y yo tuvimos ganas de jugar Yu-Gi-Oh!, con las viejas cartas que tenia, las de la vieja escuela, de aquellas cartas que habían cuando la serie era tan popular que hasta salían tazos de los mismos.
A mi hermano le gusto tanto jugar que compro sus propias cartas, su propio mazo de cartas, ya mas mordernos, acoplados a un juego mas complejo y por supuesto que mejores que las que yo tenia, de la nada empezó algún tipo de adicción por estas cartas, mayor a la que tenia yo de niño cuando apenas salieron al mercado. Empece a trabajar y lo que hice con mi primer cheque fue comprar cartas, cartas inútiles de Yu-Gi-Oh!, para poder jugar y tener mejor arsenal que mi hermano, así de tonta era la situación en aquellos días.
Mi obsesión era tener un mazo de cartas, un mazo de cartas superior a todos los demás, todo estaba basado en arquetipos, para los no conocedores, un arquetipo en un colectivo de cartas con nombre similar que se ayudan entre si, el arquetipo que había elegido en construir era algo llamado "Bujin", cartas que llegaban a tener costos elevados, costos elevados que llegue a gastar para saciar mi estúpida hambre por ser propietario de algo sin sentido que nunca llegaría a llenar el gran vació en mi corazón de insatisfacción personal y colectiva.
Pero allí estaba yo... jugando cada día y cada noche, luego empece a participar en torneos, en los cuales regularmente perdía y no ganaba nada, también compraba y vendía cartas, comprar mas que vender, era un mundo extraño, una vida sin sentido, que trataba de subsistirse de cosas materiales y juegos complicados, no tan complicados por como me gastaba mi dinero, en vez de invertir en algo a largo plazo, invertía en cosas que se devaluarían, cartas de $30 que terminarían costando $5, todavía en esta Navidad por tal de tener algo que autoregalarme, seguí comprando, solo espero ya no comprar nunca a menos que sea millonario.
Soy un tonto.
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