Generalmente,
es en vano el tratar de convertir en palabras las revelaciones y
nociones que concebimos de la vida. Las palabras que existen, en
cualquier idioma, me parecen obsoletas y con falta de significado
para describir eventos de tales magnitudes y las que no existen, mi
mente aun no es capaz de percibirles o concebirles. Este únicamente
pretende ser el relato de un momento de iluminación con el cual no
pretendo exponer nada más que mi propia confusión.
Desperté
de pronto, repentinamente y de golpe. Como quien vuelve en si luego
de haber experimentado lo extra sensorial de un sueño vivido. Con
violencia, la realidad cayó sobre mí como un balde de agua fría.
Observe con profundo sosiego y terror el ensordecedor silencio y la
profunda oscuridad en la cual desperté. Este no podía ser el mundo
real, el mundo de la gravedad y las leyes físicas era un lugar ajeno
a las emociones. Mi cuerpo flotaba por las dimensiones de lo
insoluble, de la tacita realidad que se iba escapando de entre mis
dedos como granos de sal.
Me
incorpore lentamente y la habitación se alargó infinita hacia las
penumbras misteriosas del mas allá de mi ventana. Llegue a las
persianas y observe con admiración el silencio muerto, y la inmóvil
y profunda oscuridad que nos envolvía a todos. El reloj daba las
3.20 de la madrugada de un lunes perdido en el tiempo y el espacio. Y
entonces todo hizo clic, comprendí enseguida que toda mi vida había
estado prisionero de fuerzas subjetivas y objetivas que gobernaban mi
vida. El pentecostés cayo en mí, la lucidez y claridad de un
conjunto escondido delante de mis ojos se hizo presente. Imágenes de
mi infancia que eran un eco distante y borroso, se hacían presente
de manera nítida y lucida. Las transiciones y etapas de mi
existencia aparecían claras para mostrarme desde la distancia lo que
era, lo que soy y lo que seré. Comprendí porque desde niño siempre
busque la amena soledad en contraste con la tormentosa compañía de
otros seres, comprendí porque siempre me fascinaron las estrellas,
planetas y misterios escondidos más allá de esta dimensión, que
siempre me habían hecho sentir minúsculo e insignificante y también
comprendí porque nunca encontré lógico la vibración y ajetreo de
las ciudades, así como por qué nunca comprendí a esos seres que
deambulaban por ahí caminando, corriendo, manejando o volando. Supe
enseguida el por qué siempre cuestione horarios, salarios,
vacaciones y estatus. El martillo de la consciencia y el significado
cayó sobre mí, de entre la oscuridad, con todo su peso y autoridad.
No sé
si fueron siglos o segundos los que estuve ahí, observando la
ilógica calma. Los carros uno tras de otro y siempre el mismo, las
casas en fila una tras otra siempre la misma, construyendo calle tras
calle siempre la misma, que una tras otra formaban el laberinto en el
cual existía. Me sentí acorralado por calles, avenidas y bulevares
cuyas intersecciones eran los cuadrados diseñados únicamente para
mantenerme dando vueltas en círculos toda mi vida y no poder
escapar. Los faroles cuya luz iluminaban tenuemente agujeros de otras
existencias y otras horas que se escondían detrás de los muros,
puertas y ventanas que construimos para manteneros aislados, más que
de la sociedad de nosotros mismos, eran portales que vibraban delante
de mí y me mostraban que yo no era el único viviendo prisionero en
este mundo. No pude aguantar tanto, sentí como si me asfixiase y
luego tuviese ganas de gritar con todas mis fuerzas, para tratar de
escuchar mi propia voz. Al no poder aguantar la despiadada crueldad
de las otras celdas, del pavimento y de la oscuridad voltee y observe
las formas y volúmenes que se revelaban a medias por el juego de
luces y reflejos que provenía de los faroles de la calle y las
paredes de mi apartamento. Al observar lo que había ahí dentro,
terrorífica experiencia, fue como observar lo que había dentro de
mí.
Cuatro
paredes que se comprimían en mi lentamente, comprimiendo y sofocando
mi espíritu. La gracia de la creación fue tan divina, que nos
proveyó un techo con estrellas y otros universos y nosotros lo
cambiamos por un obsoleto concreto. Un televisor, una computadora,
una cama, un reloj insaciable, un teléfono exigente, una librero y
libros susurrando miles de voces, un refrigerador, un microondas, una
estufa, un closet con miles de personalidades que se reían de mi
apuntándome con sus dedos acusadores. Se reían de mi falta de
significado, de mi falta de seguridad y de la falsa modestia con la
cual salía día con día a pretender que era alguien más.
Murmuraban entre ellos “Debes cuatro meses de tu celular, ¿Cuándo
piensas pagarlo?”, “Se acerca el pago de tu carro, ¿ya tienes el
dinero?”, “El banco ha estado llamando tratando de localizarte”,
“Tus servicios de agua y luz serán cortados si no pagas esta
semana”, “Te sacaran a la calle si no pagas la renta dentro de
cuatro días” y seguían y seguían lloviendo torturándome. Desde
cuando había empeñado mi vida por estas cosas, porque estas cosas
me dictaban que hacer. En vez de ser yo su dueño, ellas se adueñaron
de mí, poco a poco. Entonces todas esas voces se unificaron y en
coro infernal dijeron: “¡Nunca te libraras de nosotros!”. En un
ensordecedor estallido, un profundo sonido agudo reestablecería la
calma, y seria de noche otra vez.
El
lenguaje, los valores, los principios, la ética, las tradiciones y
costumbres en las cuales crecí, se habían convertido en una venda
que nublaba mis ojos. Estaba condenado a concebir mis más íntimos
pensamientos en un solo idioma, a suprimir en símbolos pensamientos
y sentimientos complejos. Los valores que servían para restringir el
libre albedrio del hombre, etiquetando sus acciones en parámetros
los cuales no pueden ser medidos, la grandeza o bajeza del hombre no
puede ser medido. Principios los cuales me habían servido de columna
durante mis años de juventud, ahora me parecían inútiles en un
mundo decadente y hostil, al igual que la ética. Las tradiciones y
costumbres que encerraban cualquier poder expresión de un hombre,
que no siendo individualista, buscada su propia identidad. Entonces
supe porque siempre mi instinto natural fue rechazarlos, el por qué
decidí guiarme a través del espectro de falsas religiones,
filosofías, idiosincrasias y utopías con mi propio sentido común e
instinto.
No
pretendo hablar por nadie más que por mí, no pretendo que estas
afirmaciones sean trampolín a revoluciones o cruzadas en nombre la
libertad, tales cosas para mí no existen. No pretendo que estas
preposiciones sean tomadas como verdaderas, cuando en universos tan
amplios como el psicológico y el físico cualquier preposición
puede ser verdadera. Esta fue, es y será la prisión en la cual
únicamente yo estoy condenado a vivir, me toca a mí decidir si
realizo lo mejor o lo peor de ello. Estas son únicamente las
inquietudes de una existencia llena de incertidumbre e inestabilidad,
que esta tan preocupada por los azares y juegos del destino como
cualquier otra alma de esta galaxia. Un alma que vive atrapada en un
mundo de patriotismo y nacionalismo, de gobiernos y democracias, de
instituciones y reglas, de corporaciones y salarios, de iglesias y
religiones que no tienen razón de ser en un mundo basado en
movimiento y aceleración, de espontaneidad y sorpresa, romántico y
salvaje. En un mundo que no comprende odio, racismo, miedo,
destrucción, temor, intolerancia y que por el contrario entiende de
amor, ritmo, armonía, formas, volúmenes, belleza, honor, coraje y
orden natural. Un mundo donde cada pieza cae naturalmente en su
lugar, haciendo de este engranaje de flujo y reflujo fluir
pacíficamente y regir toda la materia a su amable voluntad.
Mi
vida era una contradicción de sistemas que colisionaban entre si
violentamente. Sistemas que había estado siguiendo de manera
impuesta por quienes manipulan, corrompen y dirigen al hombre a su
destrucción. El por qué había asistido quince años a sistemas
educativos para aprender algebra, geografía, ciencia y civismo
persiguiendo un número, el por qué me levantada cada mañana
insatisfecho y aun así iba arrastrando mi peso a la oficina a
trabajar durante ocho o nueve horas al día escondido detrás de un
escritorio. El por qué me pasaba soñando la vida que quería o la
posponía por querer ahorrar y comprar algún otro artefacto
innecesario. El por qué sentía que únicamente deambulaba día tras
día detrás del flujo de lo absurdo y el conformismo. Del por qué
cuando sentía lograr algo, ese momento se me escabullía de las
manos, sin tiempo a siquiera saber que ocurrió. Como el resto de mi
existencia en este momento, sin saber que ocurrió con ella. Hubo
algún tiempo cuando la inocencia aún era parte de mí, donde me
visualizaba realizando grandes hazañas, poseedor de grandes
destrezas y habilidades e incluso en mis más románticas visiones
viajando alrededor del mundo con mi hermosa esposa e hijos
empapándonos de culturas, gastronomías y experiencias, así como
ayudando al más necesitado. Ese el mundo de los romanticismos y
utopías, se hizo presente en ese momento en el cual la alquimia del
alma y del universo se hizo presente en mí. Y entonces sin haberme
dado cuenta supe que todo este tiempo también había estado peleando
de vuelta, negándome a caer en esa corriente y ser arrastrado por
ella hasta perderme en la locura.
Quería
algo más, quería ver el flujo natural de los mecanismos del
universo al desnudo, quería ver como las partículas que componen el
micro y macro cosmos vibraban y se complementaban noble, armoniosa y
sublimemente en su ritmo danzante. Quería despojarme de las cadenas
que este mundo impuso sobre mí, y que se negaba a perder.
En un
mundo regido, hoy por hoy, por fuerzas corruptas y malignas, la única
respuesta posible es vivir tan intensamente y apasionadamente que
nuestra vida se convierta en nuestro grito de guerra. Exigiendo y
dando en el eterno intercambio de fuerzas lo correcto y demandando el
bien de tales fuerzas oscuras. Esta es la única existencia en la
cual pasado, presente y futuro divergen al mismo tiempo y se fusionan
en nosotros, yo soy un prisionero que patalea y relincha en su camino
al Gólgota. Pues no hay mejor satisfacción que vivir una vida sin
miedo, de ternura y coraje aun a sabiendas que en la muerte ha de
caducar nuestra voz. Yo fui un prisionero que quiso ajustar el
universo a según sus ideales y creencias, que rechazo ser ajustado.
Un prisionero que encontró libertad en su celda y su celda se
convirtió en libertad. Aunque afuera seguía la espesa y oscura
noche, yo sabía que el amanecer estaba a punto de llegar.
Escrito por un anónimo.
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