Muchas veces me ha sucedido lo siguiente, estoy en el trabajo, quiero hacer popó y bueno ni modo voy al baño a hacer lo que tengo que hacer, yo no soy de las personas que solo se sientan y levantan dejando el rastro de heces fecales dentro del retrete en milisegundos, a diferencia de algunos, me tomo mi tiempo, ya sea reflexionando acerca de la vida o viendo Instagram, pero siempre pasa algo no importando en que retrete este sentado... a la hora que mis compañeros del trabajo ven mi calzado, ya saben que soy yo y me saludan, estando yo allí haciendo el pan de cada día.
Todos tienen su propio calzado, a algunos les gusta usar zapatillas a otros zapatos formales, a otros ya sean unas chancletas o los infames Crocs, a mi me gusta usar botas Timberland de las clásicas y no es que abunden por todos lados como las zapatillas Converse o Vans, al menos de este lado del tercer mundo no se ven tan seguidas y quienes saben que son saben reconocerlo, por lo tanto la misma singularidad y reconocimiento por tener calzado singular termina siendo una maldición.
¿Acaso no es bueno ser reconocido de esa manera? No, amigos, no lo es. A menos que comas flores y tomes baños de arco iris, tu popó huele feo o simplemente apesta, así que mientras alguien entra al baño, te reconoce y te saluda, seguramente empezara a oler esa peste que sale de tu trasero y formara una mala imagen mental sobre ti en su cabeza. A partir de ese momento a la hora que las personas te vean en los pasillos o trabajando la imagen que tendrán tuya es acerca de tu popó y no de que tan bonitas se veían tus botas mientras cagabas.
Déjenme hacer del dos tranquilo.
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